Llegó 2015. Imaginemos que la fractura del peronismo tucumano, hoy dividido en el oficialismo alperovichista, los disidentes amayistas y los opositores massistas, llega más allá de los “ismos” y que alberga diferencias en la propia cúpula del partido gobernante. Imaginemos que Alperovich, que comanda a control remoto a sus seguidores, no está en sintonía con su propia esposa, la senadora Beatriz Rojkés, ya que sus intereses políticos sobre sus respectivos futuros para 2015 van por caminos opuestos. Imaginemos que a la primera dama y a sus acólitos, que son pocos en el peronismo -máxime si tenemos en cuenta que es la presidenta del PJ- no les cayó bien que el mandatario haya desechado su posible postulación a gobernadora para sucederlo en el cargo. Imaginemos que los rojkesistas siguen trabajando subterráneamente para convencer al titular del Poder Ejecutivo que es la mejor espada para cubrirle las espaldas cuando deba dejar el Gobierno en busca de fueros en el Congreso de la Nación. Imaginemos que son muchos los que piensan que Rojkés debe integrar la fórmula del Frente para la Victoria para 2015, incluida la propia interesada -claro- para que la continuidad del alperovichismo garantice el mantenimiento del modelo.

Imaginemos que hay quienes sospechan de la fidelidad de Manzur en el entorno del mandatario provincial -por más que tenga la bendición de Alperovich-, debido a que una vez sentado en el sillón de Lucas Córdoba las lealtades suelen pasar a ejercicio vencido. Imaginemos que todas estas alternativas están siendo evaluadas con algún nivel de seriedad por algunos de los pretendientes a la gobernación, situación que llevaría a deducir que hay muchas especulaciones y temores en danza. ¿Se puede imaginar que Alperovich patee el tablero y reacomode nuevamente sus fichas para encarar el año electoral? Habría beneficiados y perjudicados. ¿Quiénes? Antes que nada hay que analizar el escenario político, especialmente el papel que quiere jugar el amayismo, ya que apostando a opositor puede dañar, aunque en forma inestimable, los números del oficialismo.

¿Alguien del alperovichismo lo quiere definitivamente afuera o alguno intenta que se sume a la patriada por la continuidad con cambios? Hasta ahora, sólo José López habla de sumar al intendente a la campaña oficialista; otros, tal vez más asustados por el posible resultado con Amaya afuera, llegar a pedir insólitamente una intervención del PJ para que se trabaje por la unidad. Eso sí que es asustarse en serio, y demostrarlo. El núcleo duro del alperovichismo no quiere al jefe municipal en el mismo bando, por lo que esa división parece más que firme. ¿Qué dirá la presidenta del PJ, que es la que debe velar por los intereses generales del peronismo? Eso incluye gestionar para que el oficialismo llegue lo más unido posible y celebre una nueva victoria comicial. ¿Se pondrá por encima de las diferencias internas, como aconseja el manual de conducción del peronismo, o se mantendrá bajo la directriz de su marido, que no quiere cerca al intendente?

Un crecimiento de Amaya debería hacer repensar la estrategia del oficialismo. ¿Tienen razones para estar preocupados Manzur y Jaldo? Ellos siguen recorriendo la provincia, multiplicándose en actos, mostrando que son los elegidos. La pregunta, frente a este eventual cuadro de situación, es si finalmente serán los elegidos. Si no fuera así, ¿entonces quién o quiénes representarán al Frente para la Victoria en agosto? ¿Rojkés reemplazará a Manzur en el primer lugar, o bien secundará al ministro de Salud en la fórmula definitiva?, ¿qué le conviene más políticamente a Alperovich, que sea la “uno” para continuar el proyecto, o que sea la “dos” para que vigile desde la Legislatura el comportamiento del eventual próximo gobernador justicialista? A dejar volar la imaginación para buscar las respuestas.